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LA ESTRATEGIA DEL PODER

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Alberto Híjar Serrano
Ante las dos cámaras del Parlamento Británico, Obama despreció el ascenso de Brasil, Rusia, India y China al que opuso el de Estados Unidos como defensor del poder de occidente en su combate al terrorismo. Habló en nombre de la mitad del mundo. Su viaje de Inglaterra a Polonia resulta por tanto, un símbolo de reconocimiento del lugar donde empezó el fin del socialismo europeo con la importante contribución del papa polaco Karol Wojtila. Reiteró la necesidad de un escudo contra misiles y nada dijo de la injustificada e ilegal permanencia de la OTAN que ya no tiene como contrincante al extinto Pacto de Varsovia.
La propuesta militarista es clara y reiterada en la negativa de disculparse ante el gobierno de Pakistán por la invasión para ejecutar sin juicio y desaparecer los cadáveres de Osama Bin Laden y su familia. La historia se repite: invasiones y matanzas masivas van desde los accidentes organizados por la CIA para matar en el aire a Samora Machel de Mozambique y Omar Torrijos de Panamá, para masacrar a las pobres gentes de El Chorrillo en Panamá al experimentar unas bombas calóricas que dejan en pie los edificios, todo para capturar al presidente Manuel Noriega y seguir con la misma línea terrorista con la invasión de Grenada, el bombardeo a La Moneda en Chile donde cayó Salvador Allende y ahora se descubre el envenenamiento de Pablo Neruda para impedir su exilio en México.
Cárceles clandestinas esconden los socios estatales de estas infamias y Guantánamo, en pleno centro de Cuba para acentuar el poder invasor, permanece como cárcel ilegal pese a la promesa de Obama de desmantelarla cuando el mundo se enteró de las torturas en Abu Graib. He aquí la manera de usar el terrorismo de Estado como argumento principal de poder. Noam Chomsky ha preguntado qué pasaría si un comando árabe llegara hasta la casa de los Bush, indudablemente más criminales que Bin Laden, para masacrar y tirar luego los cadáveres al mar o al Mississippi.
Esta estrategia es de largo plazo porque la crisis de muerte del país con las mayores deudas de Estado del mundo, tiene que ser gobernado ante senadores implacables en la extinción de las prestaciones para los pobres cada día más numerosos y los migrantes necesarios para la producción agrícola a la que son forzados a incorporarse sin derecho alguno. El narcotráfico y los delitos financieros son un mal necesario y bajo control cada día más difícil. Esta situación histórica es irreversible, arrastra al mundo entero y reduce al Estado mexicano a subordinado estratégico con el mismo argumento militarista de falso combate al narcotráfico en el fondo tolerado por las enormes ganancias para los operadores, los lavadores de dinero, los traficantes de armas y contrabando y los funcionarios que facilitan las coberturas necesarias. Queda claro que la guerra es un gran negocio de sátrapas, un gran pretexto para unificar al mundo en la protección al Estado yanqui y una gran justificación épica de la contrainsurgencia cualquiera que esta sea.
El Estado mexicano (digo, es un decir) ocupa un lugar estratégico en este despotismo militarista. Desde su primer discurso luego de su accidentado juramento entre empujones y gritos de diputados y senadores, Calderón se presentó como un predestinado para acabar con el narcotráfico. El tono mesiánico lo repite, cada que puede procura dejar en claro que no le importan las protestas. El insulto supremo a la multitudinaria Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad en Ciudad Juárez fue su manera de responder a la solicitud de dialogo público con un desfile militar y un discurso intolerante y agresivo. Culmina así una estrategia que había sido propuesta por Díaz Ordaz en 1968, Luis Echeverría en 1971 y por Ernesto Zedillo como orador en el foro de plutócratas de Davos cuando recomendó a los presidentes no hacer caso a las propuestas populares para mantenerse firmes con la convicción de que hacen lo correcto al promover y facilitar la libre expansión de los consorcios.
Zedillo es la prueba viva de éxito porque al dejar la presidencia a la barbarie de Fox, recibió como premio el nombramiento de consejero de los consorcios transnacionales a los que benefició y fue nombrado director de la Escuela de negocios de Harvard. Otros reconocimientos y condecoraciones reciben Calderón y su Secretario de Seguridad Pública sin considerar para nada a los diputados y senadores cada día menos representativos de la digna rabia ciudadana. Poco importa a los sátrapas seguros de su misión histórica que tiene en el terrorismo de Estado su argumento principal. Genaro García Luna ha previsto un plazo de 8 a 15 años para dar fin a la guerra.

Los ingenieros financieros del Estado, el FMI, el BM, la OCDE, procuran acuerdos y contratos con duración de 30 a 50 años. Una estrategia de combate, contención y disuasión de los perjudicados de siempre está en marcha y seguirá con Obama y sin Obama, con Calderón y el que siga, con Gabino Cue, el gobernador resultante de las alianzas del PRD quien no duda en reprimir las movilizaciones magisteriales y en promover las desapariciones forzadas selectivas. Cue ha puesto la primera piedra de una escuela de policía con fondos de la Iniciativa Mérida y con instructores yanquis. El terrorismo de Estado crece y se fortalece.

30 mayo 2011

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