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Sobre el regreso de la Dictadura Perfecta. El PRI vuelve con fraude al poder en México.

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Para APIAVIRTUAL

Erandi Villavicencio

Para los amigos de Nuestra América, algunas cuestiones sobre el supuesto triunfo del PRI en México ayer 1º de julio 2012.

Ustedes se preguntarán cómo es que una sociedad con tan altos índices de pobreza, marginación, represión, etc., puede votar por el partido político que se ha encargado de prolongar las condiciones estructurales para ello.

Desde sus orígenes, se encargaron de repartir migajas de las reformas sociales y dejaron nuevamente afuera de la economía, en la indefensión de la vida y de los derechos humanos, sociales, económicos, culturales y políticos a los indígenas y pobres que lucharon por una revolución social en 1910. Con sus honrosas excepciones como la época del cardenismo, las políticas sociales fueron solamente afinadas retóricas de una cultura para la dominación y una economía para la explotación. Los discursos del PRI buscaron potenciar la representatividad corporatista como sinónimo de democracia y la participación popular se contrapone a riesgo de morir apaleados.

Múltiples fotografías, videos, audios, testimonios en las redes sociales estuvieron dando cuenta en este proceso de elección presidencial 2012, las formas clásicas de corrupción y fraude con el plus del modernismo del siglo XXI del PRI: el autoritarismo en comunidades rurales y provinciales, grupos de choque, monopolio mediático tanto en televisoras como radiodifusoras y periódicos, cantidades exorbitantes de dinero de dudosa procedencia para las campañas, compra de votos (el llamado carrusel que es el intercambio de boletas electorales a favor del PRI por boletas en blanco), tarjetas electrónicas para descargar dinero a cambio de votos, etc. Así mismo el Instituto Federal Electoral hizo caso omiso a la serie de anomalías y avaló el destape del candidato supuestamente ganador cuando todavía no se computaba gran porcentaje de las casillas electorales, ni tomó en cuenta todas las notificaciones sobre anomalías en diferentes puntos del país. Los medios de comunicación no buscaron ninguna evidencia de todas las quejas ciudadanas haciendo aparecer una jornada pacífica. Efectivamente, la politicidad de estas elecciones hizo que miles de jóvenes, ciudadanos, observadores, buscaran llevar a cabo una jornada electoral libre de fraudes, pero al parecer, sin contar todas las quejas anteriores, el fraude no estuvo en las casillas. Incluso no es el conteo sino el proceso político que potenció el regreso de la dictadura perfecta: el PRI de siempre, autoritario, represivo y criminal bajo la máscara de la democracia y la modernización.

Tenemos pues una votación de 18,421,893 votos para Peña Nieto (PRI-PV), 15,332,945 para López Obrador (PRD-PT-MC), 12,323,578 para Josefina Vázquez (PAN) y para Quadri (NA) 1,115,171 a las 03:35 de la tarde mexicana, aún faltando 5,000 actas de votación. Más o menos una repartición de la cámara legislativa entre el PRD de 138 escaños frente al PRI con 180. En total votaron 47,193,587 millones de personas, más las actas que no se contaron, quienes no pudieron votar por falta de boletas, por falta de credencial, etc. En general, aunque la votación no refleja cuantos millones de personas quieren transformar este país, hubo una politización inédita por el contexto de violencia, guerra, impunidad y los movimientos sociales articulados en juicios ciudadanos diversos, de la más amplia pluralidad y recorriendo todo el país. Por cierto, varios de los movimientos promoviendo el voto nulo y el desconocimiento de un sistema representativo contrario a los intereses y valores de los más pobres, de los vulnerables y de los inconformes.

Cuando regresaba hoy mismo a casa, escuché varias veces en el transporte colectivo una versión sobre la coyuntura, se hablaba del fraude “que habrá nuevamente que aguantar”, al mismo tiempo de la ilusión de la inexistencia de opciones para el México empobrecido y la idolatrización de Estados Unidos. ¿Cuánto quisiera la izquierda llegar a cada casa y descubrirles una historia que no se cuenta en las escuelas, la que ha generado nuestra condición de sumisión?

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) en su versión ultra modernizada desde 1980 al año 2000 fue cercenando y vendiendo la tierra comunal, cambiando la legislación para juridificar y criminalizar la protesta social, privatizando sectores de la producción a beneficio de capitales transnacionales en el contexto globalizador, cortando los lazos identitarios de las comunidades indígenas a uno proletario mexicanizante en vistas de un supuesto desarrollo, que es asistencialista, racista y explotador. Ha sido el que desde siempre ha buscado erradicar el lenguaje auténtico y mexicanizarlo bajo nociones hipócritas de nación, pero exaltar el estereotipo europeo y burgués. Es el mismo que ha mantenido a mafias políticas, narcotraficantes y grandes burocracias gremiales que sostienen la estructura de burgueses y proletarios, disfrazada de democracia. Un modelo que el panismo continuó bajo el paradigma de histerización colectiva en la atroz guerra contra el narco que nos ha dejado un saldo de más de 70,000 muertos. El PRI ha buscado establecer bajo soportes de legitimidad social un paradigma que nos ha afectado al continente entero con su doble cara, una diplomacia que se pone como defensora de los países vulnerables y por debajo, una serie de acuerdos de construcción de infraestructura y estructura institucional que legitima el control social de la protesta y la pobreza para resguardo de la seguridad del imperio del norte, los Estados Unidos.

Quiero decirles que más de la mitad de la gente que votó y que no pudo votar estamos en contra de Peña Nieto y no, no es un no superficial. Es la positividad de lo posible, porque nos ha costado mucha sangre prolongar las políticas represivas y criminológicas de los Estados “neoliberales”. Dice el tal Peña Nieto en su discurso triunfal: “voy a modernizar a México”. Una modernización que por cualquier lado que se le vea es el cercamiento al campo, es la venta de las tierras ejidales y comunales que quedan. Además, ya no hay una burguesía nacional que pueda contener a los capitalistas transnacionales, porque de eso se encargó el PRI, de la alianza con el corporatismo transnacional, el narcotráfico, las burguesías priístas, el enriquecimiento de los altos mandos militares y judiciales.

Estamos en contra de sus falsas promesas de bienestarismo y de programas sociales que afirman la posición subordinada de las clases campesinas y trabajadoras. En contra de su remedo de bienestarismo social que ha servido para continuar reformas en la ley que van achicando la acción social. A través del fortalecimiento de la represión policiaca a la organización social (caso Atenco, Oaxaca, etc.) y la impunidad del órgano judicial, la lucha contra el narco es un caldo de cultivo para la criminalización de la pobreza y de la protesta. El PRI ha refinado sus argucias para sostener a las mafias de su Partido y al no existir una fuerza social que contenga los embates violentos, hemos sufrido no sólo la represión en los medios de comunicación, con su monopolio de facto y la venta de los recursos nacionales, también la interpretación de la ley que les da privilegios a los podeross y pone como soberanos a los reyes del priísmo. La idea de democracia, de derechos humanos, la libertad de asociación y expresión, ha ocultado las relaciones sociales de explotación y el triunfo de la globalización, como menciona Oscar Correas en su libro de Criminalización de la protesta social, que es el triunfo de la toma del planeta por la burguesía internacional (Oscar Correas, 2011).

Si los programas de lucha social antes estaban referidos a la estructura de clase y a su necesaria extinción, la desarticulación del discurso proletario ha virado para inconformarse por el daño profundo a lxs marginadxs, discriminadxs, excluidxs. Los movimientos sociales hacen aparecer con grandes esfuerzos a estos sujetos violentados, en algunas agendas políticas y culturales de las naciones y sus medios de comunicación.

El neoliberalismo que significa el regreso del capitalismo salvaje, habiendo pasado el supuesto Estado de bienestar, contiene en su programa la necesidad de la exacerbación de la represión y la minimización de los beneficios sociales. Por ejemplo, el PRI ha sabido jugar con el dar asistencialismo social y apretar con mano sucia a la hora de restringir la protesta y la inconformidad. La legitimidad del Estado providencial en vez del Estado socialista, se arraiga en nuestra cultura y afianza las formas caudillistas que no sólo están en las derechas de nuestro país. Así mismo, el neoliberalismo priísta sabe reunir las políticas criminológicas más conservadoras que sirvieron en norteamérica para asesinar y encarcelar a negros, migrantes y pobres. Políticas que hacen uso de la mediatización del miedo y la monopolización del discurso sobre la violencia. Aunado a esto la democracia de audiencias es el protagonismo en los medios de comunicación del discurso legitimador de la democracia, sin un trasfondo de emancipación de la explotación, la discriminación, la exclusión, sino el puro discurso asistencial del Estado que es en esencia represor y violento.

He sido testigx cercanx de la represión al movimiento social, estudiantil, de un Peña Nieto que no tolera la disidencia y puede controlar, gracias a los que están detrás de él con mafias, para reactivar las enormes bandas porriles que el PRI de los setentas, ochentas y noventas rearticuló para acallar la inconformidad.

El voto de muchos por Peña Nieto puede costarnos la vida a muchos otros. No vivimos en un país democrático porque pronto comenzaremos a ver el peso de la represión y las leyes han cambiado para defender al Estado neoliberal. Los planes de control social y de seguridad necesarios para los Estados Unidos siguen siendo las guías para México, tal vez por miedo o como ahora justificaron muchos su voto: por “conveniencia”.

Los sindicatos amafiados con el Priísmo como es el de los trabajadores de la educación (SNTE) continuarán desarmando todo discurso en términos de clase, mediatizando y fortaleciendo las mafias, claras para lxs mexicanxs, es decir, conocemos la calaña pero se inconforma con el no acceder a los beneficios mínimos del priismo de los 70 años que nos pasaron. Como si los tiempos en los que vivimos fueran a regresar con el mediocre Estado priísta “bienestarista” de los años 70 y hubiesen olvidado las grandes crisis de los 90 que traía el Estado neoliberal y el grupo atlacomulco al cual pertenece Peña Nieto.

Así como muchos ciudadanos hondureños han quedado acallados por la violencia de Estado desde el golpe en el 2009, me parece que el cerco mediático en torno a nuestra sociedad mexicana será lo suficientemente fuerte para aparentar nuestra conformidad con el retorno del PRI.

Sepan ustedes que millones de mexicanos no queremos la represión, la muerte, la guerra, la explotación. Queremos crecer, producir, disfrutar, colectivizar, vivir y las condiciones para lograrlo implican la conciencia de la necesaria autoafirmación de nuestras sociedades para la igualdad social, el reconocimiento y el respeto (codificado y defendido por la ley) de las diferencias, del derecho a disentir de las formas normalizadas de la modernidad capitalista. No queremos homofobia, racismo, clasismo, sexismo, queremos aceptación, respeto, trabajo, dignidad, salud, justicia. Ya se oyó hace mucho la voz zapatista.

Tal vez sean muchos años de retroceso y si viene demasiado dura la represión volveremos al repliegue obligado, pero la conciencia de lo que implica la transformación de fondo, más allá de las elecciones, creo que va levantándose para ser más clara a nuestros ojos para millones de jóvenes mexicanos, como lo ha sido para la izquierda más auténtica en México.

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