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GANÓ LA CLASE

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Alberto Híjar Serrano

Ganó la burguesía, esto es, la clase social poseedora, reproductora y valoradora del capitalismo. Aún el supuesto representante de las izquierdas declaró en Monterrey en mayo de 2012: “no hace falta expropiar, no hace falta nacionalizar, no hace falta quitarle a los ricos para darle a los pobres, todo depende de que el presupuesto que es dinero de todos los ciudadanos, se maneje con honradez y se distribuya con justicia”.

Los otros candidatos insistieron en la seguridad para los inversionistas, en la reproducción del empleo y el presunto ganador anuncia reformas, se entiende que constitucionales, para facilitar la explotación: la de PEMEX y los energéticos, la laboral y la fiscal. Ninguno se pronunció por la defensa de los derechos de los trabajadores, nada dijeron de las autonomías comunitarias, tampoco del plebiscito, el referéndum y la revocación del supuesto mandato como ejercicio de la soberanía popular apenas mencionada por el de las izquierdas preocupado por la legitimidad. Todos supieron promover la dependencia como garantía de las ganancias de los consorcios imperiales y sus socios locales, de la banca transnacional y sus secuestros de sueldos, seguros y prestaciones en complicidad con los sindicatos charros y las secretarías de Estado. Nada dicen de la territorialización del campo en beneficio de los monopolios de la agroindustria (ahí vienen los explotadores de la soya y los transgénicos), de las fabulosas deudas internas y externa manejada por la dictadura financiera del Banco Mundial y el FMI, nada en fin, sobre los migrantes, los multimillonarios negocios financieros del narcotráfico, el tráfico de personas, armas y contrabando. Tampoco los candidatos a senadores, diputados, gobernadores y representantes en el D.F., proponen nada más que eficiencia administrativa con una improbable honradez que no toca los privilegios de delincuentes tan nefastos como los dizque petroleros Romero Deschamps y Aldana responsables con Francisco Labastida del fraude multimillonario PEMEXgate o de la Gordillo y su parentela en las Cámaras con tanto fuero como el de los acarreadores de trabajadores sumisos, tanto que se alquilan al mejor postor como hacen con los del Seguro Social, la salud, los de la radio, la televisión, las comunicaciones telefónicas, los del gobierno del Distrito Federal. El contingente paramilitar con sueldos del SNTE y sin más labor educativa que los operativos de la Gordillo, son un buen ejemplo de eficiencia del crimen organizado por el Estado.

La clase social cierra filas, sus dirigentes se felicitan y hacen de la votación la garantía única de la democracia ignorando acarreos, chantajes, asesinatos e intimidaciones, votos a cambio de dádivas indignas. Ni uno solo de los acarreados entrevistados por un reportero en un acto de campaña del PRI en Baja California, pudo decir algo del programa del candidato al que ovacionaron. Bueno sería continuar estas entrevistas pero sin las empresas encuestadoras alquilonas. La clase en el poder se justifica y se aplaude mientras los acarreados callan, protestan por el mal pago (Soriana suspendió el uso de las tarjetas regaladas) y sorprende que no haya un solo acto de celebración del priísmo de abajo.

Las estructuras de seguridad de la clase no sólo son armadas sino cuentan con los privilegiados en pequeño para infiltrar y cooptar movimientos de precaristas. El PRI ha sabido organizar a vendedoras ambulantes, traficantes del contrabando y el narcomenudeo, colonos ilegales en espera de títulos de propiedad y de servicios, en fin, al lumpenproletariado no desgarrado en sus ropas sino en su ser dispuesto al ataque, a la traición, a todo lo que le ordenen los promotores del voto. Cuentan para esto con una eficiente red de medianos y pequeños mandos corruptos en las policías, los ejércitos, los aparatos de Estado todos. Las cámaras de televisión manejadas atrás de los contingentes policiacos son clara señal de la alianza estratégica con los monopolios televisuales y radiofónicos, la prensa financiada por los consorcios y el Estado y el disciplinado contingente de locutores, comentaristas y dizque expertos seleccionados entre aquellos que ejercen sus criterios en los límites de la autocensura estatólatra.

Triunfo de México y de la democracia proclaman cuando el repudio instintivo a la clase dominante no sólo llena calles y plazas con recursos propios de la autogestión, sino también con autonomías en proceso de construcción difícil por los acosos de los enemigos financiados generosamente por el Estado. La estrategia de mantener la ignorancia sobre los congresos, las asambleas de frentes y coaliciones y los trabajos de los poderes autónomos, es apoyada por ataques paramilitares y militares con el pretexto de la guerra al narco, por tomas de rehenes mantenidos en prisiones con procesos injustos, combatidos por gobernantes que reparten dádivas y promesas para ser coronados por comunidades abyectas que les tejen collares de flores y les ofrecen bastones de mando y los cubren con sombreros que son desechados en cuanto los gobernantes suben al helicóptero, al avión con instalaciones especiales, a las camionetas blindadas con clima tan artificial como los discursos de campaña. Nada de esto consta en actas, salvo cuando alcanza dimensión criminal o flagrantemente ilegal aunque impune como ocurre con los ex presidentes. Lo único que se quiere contar son los votos. La democracia resulta así la votación y nada se dice de la otra democracia, la participativa desde la izquierda y desde abajo. A ésa se la aísla, se la combate, se la ignora. Alberto Patishtán lleva más de diez años preso y como lección para quien deba entenderlo, se le mantiene enfermo y sin atención medica en una cárcel alejadísima de su tierra y sus compañeros. Al menos vive y no como las decenas de periodistas y defensores de derechos humanos enlistados por organismos nacionales e interamericanos, por Amnistía Internacional y por la Federación Sindical Mundial como prueba del carácter global de la clase en el poder influida por el gobierno del criminal yanqui nombrado Nobel de la Paz quien se cuenta entre los primeros que celebró el triunfo priísta.

Por esto hay que disputar la legitimidad social con sentido clasista, esto es, no sólo anticapitalista sino constructor del socialismo. A la sonrisa de desprecio de los burguesitos cínicos hay que responder con la claridad del Che contra la ley del valor, esto es, por la solidaridad en lugar de la competitividad tal como hacen los de Cherán, Ayotoxco, la Montaña de Guerrero, Totonacapan y las Huastecas, la Chiapas zapatista donde la cadena dinero-mercancía-dinero tiende a ser rota. Andrés Aubry, el sabio francés que vivió y murió en San Cristóbal de las Casas, sintetizó esto en un concepto dialectico: tierra-territorio-terruño por lo que tiene de subjetiva y ancestral la defensa vital de la tierra, territorio de quienes la trabajan y no la trabajan por la expulsión de los conquistadores a los que hay que oponer la organización comunitaria en vías de construir la soberanía de las clases explotadas organizadas como poder. Ciertamente, va quedando claro que los trabajadores no se reducen ya al proletariado clásico sino que asumen la emancipación con proyectos productivos y la crítica en acto en vías de reflexión crítica en las asambleas descubridoras del conocimiento democrático participativo y sin mediaciones espurias. En eso estamos.

3 julio 2012

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