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La Ibero, ¿Waterloo de Peña Nieto?

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Humberto Musacchio

Para Carmen Aristegui

Lo ocurrido en la Universidad Iberoamericana indica que Enrique Peña Nieto no las tiene todas consigo. Para garantizar su triunfo hace falta algo más que los dinerales de que dispone el PRI, de sus flotillas de aviones y helicópteros o de su apabullante publicidad. Hace falta algo más que la mezcla de elogios y silencios interesados que le ofrecen los medios a su servicio, algo más que las mentiras y la suciedad de las plumas alquiladas.

Lo ocurrido en la Ibero no debió sorprender a nadie. Se trata de un instituto educativo de sólidas tradiciones académicas, de un espacio que procura dotar a los muchachos de conciencia social. Esa universidad se ha distinguido siempre por su afán de forjar ciudadanos preocupados por su país, capaces de pensar por sí mismos, solidarios con las causas de los desposeídos, de las víctimas del dinero, de los aplastados por el poder.

Los estrategas de Peña Nieto lo llevaron a una emboscada, sí, pero a una emboscada que ellos mismos se encargaron de preparar hasta el último detalle. Resulta extraño que en el cuarto de guerra del priísta nadie advirtiera que meter a 400 acarreados al auditorio era una ofensa para los alumnos y profesores de la Iberoamericana. Sorprende que la escolta del candidato se pusiera en la puerta a esculcar a los jóvenes y les quitara pancartas y las infaltables máscaras de Carlos Salinas, con quien identifican a Peña Nieto. El cateo se suspendió hasta que las autoridades universitarias se pusieron enérgicas e impidieron que se tratara a los estudiantes como delincuentes.

Los columnistas de a tanto la línea reprueban los gritos de los chamacos, pero curiosamente han sido sordos ante los desvaídos coros de los acarreados por la gente de Peña Nieto. Prestos al insulto y la difamación, esos mismos tinterillos han calificado a los estudiantes de “fascistas” (los burros hablando de orejas) e incluso aseguran que hubo agresión verbal y física contra el político mexiquense. Mentiras.

Las plumas de alquiler censuran a quienes se valen del grito y la pancarta para decir su verdad y manifestar su indignación por el derroche, la mentira y la prepotencia, porque prepotente fue que Peña Nieto se asumiera como responsable de los asesinatos de Atenco, de la violación de decenas de mujeres y de algunos hombres, de las golpizas, los allanamientos y las detenciones sin orden de juez.

Hasta ese momento las cosas marchaban dentro de cierto cauce. El priísta hablaba, sus acarreados le aplaudían y los estudiantes mostraban su oposición. Pero el caso de Atenco fue un triste recordatorio de aquel acto cínico de Gustavo Díaz Ordaz, quien después de que ordenara el crimen de Tlatelolco, perfectamente cobijado por el absolutismo priísta declamó: “Asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica”.

Los actuales alumnos de la Ibero no vivieron el 68 ni la matanza de Tlatelolco, pero conocen lo que ocurrió entonces porque ellos sí saben leer y tratan de aprender las lecciones de la historia. El símil fue brutal y la respuesta sólo podía ser indignada. Ahí ya no bastaron los guaruras del candidato ni sus vehículos blindados ni sus acarreados ni su dinero.

Frente al poderoso aparato de publicidad de los priístas, los muchachos han desplegado una cantidad impresionante de mensajes, de videos y fotografías que muestran lo que pasó y echan por tierra la campaña de calumnias, insultos y mentiras del PRI y sus servidores. Con una juventud así, México tiene salvación.

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